Hago una pausa en mi estudio de las proteínas integrales de membrana para venir a escribir sobre un recuerdo que mi mente trajo de manera caprichosa y autoritaria al tiempo presente, para fastidiarme el único momento del día en que pude sentarme a estudiar.
Se trata del recuerdo de una publicación patrocinada de Facebook que leí esta mañana antes de conectarme a trabajar. Era la página de un supuesto escritor, que se promocionaba con un escrito personificando al virus COVID-19, relatado en primera persona. Allí éste escritor, encarnando la voz del virus, se autodenominaba a sí mismo como un “pequeño microbio” y se justificaba ante la humanidad diciendo que él y sus compañeros (otros virus más antiguos) estaban aquí en la tierra por una razón: para equilibrar a la población humana...
No dejaba de decir cosas sobre la "pequeña vida" que había en él. La idea de por sí (lo mismo que las razones que daba) ya era bastante ridícula. Pero vamos a suponer que es lícito que un escritor pueda escribir en primera persona y personificar a un virus, a una flor y hasta al mismísimo Satán. Es un recurso literario válido. Lo que no es válido es que se lo haga desde la ignorancia. O, mejor dicho, es válido, ya que el libre albedrío, la libertad de conciencia y las legislaciones de la mayoría de los países nos permite hacer éstas cosas y hasta las más ridículas... Pero es un crimen contra la literatura encarnar a un personaje ya existente sin saber absolutamente nada acerca de su naturaleza. Se hicieron muchas biografías no autorizadas de grandes personajes de la historia. Pero atreverse a hacer una autobiografía en primera persona del COVID-19 y hacerlo hablar para decir falsedades sobre su naturaleza me parece una falta de respeto grave tanto al virus como a la literatura. La literatura es un arte precioso, ¿por qué lo dañan así, utilizando mal sus recursos?
Para subsanar esta afrenta al arte literario y para salvar la reputación del pobre virus, tengo que ejercer mi profesión de escritora y mi condición de estudiante de Medicina. No es válido ponerse en primera persona para decir que un virus es un microbio. Repitió en el escrito la afirmación “yo soy un microbio” por una cantidad estimada de veinte veces. En la composición literaria esto se llama “cacofonía”. Es una aberración. Incomoda la vista y la conciencia de cualquier lector. Pero además es una ofensa, no sólo a la literatura, sino también a la ciencia médica. Un virus es un parásito intracelular obligado y dentro de los niveles de organización de la materia se lo suele ubicar en el nivel supramacromolecular: no tiene vida, por ende no se lo puede denominar microbio. Los microbios son a partir del nivel celular, donde existe la vida. Un microbio es, como su etimología lo indica, una pequeña vida. Un virus es lo contrario a eso: es una partícula infecciosa y no tiene vida en sí mismo.
Creo que a éste escritor se le zafó el tornillo demasiado pronto y ya se fundió con sus propios personajes; en lugar de relatar al COVID-19 se relató a sí mismo... Amigo, si tú te sientes un microbio no le hagas decir eso al pobre virus que no te ha hecho nada...
Además los virus no están en la tierra para equilibrar a la población mundial. Los virus, según su genoma, pueden afectar a distintas especies dentro del reino animal; no solamente a los seres humanos. La depredación y la supervivencia del más apto son, en las ciencias biológicas, las acciones que la naturaleza lleva a cabo para estabilizar a las poblaciones. Un virus nada tiene que ver con el mantenimiento o reducción de poblaciones.
Los virus no tienen razones; los virus no hablan sobre sí mismos, ni pueden hablar en realidad, porque no tienen vida. Vamos, que en el arte literario hasta una piedra puede hablar. Pero no puede decir “me han arrancado un pétalo”, porque no es una flor; es una piedra... Así como un virus no puede decir “soy un microbio”, porque es un virus...
Puedo escribir muchos sinsentidos en una composición literaria. Pero en literatura existe algo que se llama “verosimilitud”. Nada de lo que escribimos los escritores es real; ni siquiera las autobiografías o las crónicas. La realidad de la ficción se llama “verosimilitud” y es lo que hace que un relato en primera persona, como el que hizo éste muchacho, tenga sentido. Pero decir “soy una piedra y me marchito, y se me caen los pétalos en el otoño” no es un recurso literario, es una equivocación. Hacer una analogía o decir metáfora son cosas diferentes de cometer una equivocación. Y las equivocaciones son productos de la falta de empeño, a veces, de la falta de preocupación por hacer un buen trabajo. Bastaba con haberse puesto a estudiar un poco lo que un virus es y entonces el escrito, aunque ridículo, hubiera tenido validez literaria, hubiera sido un buen trabajo.
No se puede crear nada desde la total ignorancia de las cosas del mundo, porque la literatura y la ficción, para preciarse de tales, necesitan ser producidas a raíz de una visión “extrañada” de ese mundo. Si no sé lo que es el mundo, no puedo tener visión ninguna del mismo y no puedo producir, no puedo escribir; o bien puedo hacerlo, pero estará mal. En éstas últimas líneas hago caber el mundo en un microbio. No puedes, amigo, llamarte escritor y tener una visión extrañada de un virus sin saber lo que un virus es. Qué falta de respeto...
El nombre del autor, lo mismo que su publicación patrocinada, fueron perfectamente olvidables para mí, razón por la cual no puedo, ni quiero, citarlo...